Son las 8 de la tarde oscura,y el cielo acolchado de nubes negras arropa mi tejado.Han caído más de mil y un relámpagos,y el cristal de mi ventana llora sobre mojado. También lo hacen mis ojos apesadumbrados.
Los guantes alivian mis manos,el frío inunda mi piel y mi voz se raja sin poder hacer nada.Miré por la ventana,y vi tu frágil sombra caminando entrecortada.Te llamé más de diez veces,sin ningún resultado.Las gotas de agua fría te impedían escucharlo,pero en el fondo sabías que lo había intentado.
Tu sudadera mojada necesita mil abrazos para poder secarla.Me esperaste sobre un banco,solitaria y callada.La avenida estaba muerta,pero una vaga sonrisa iluminó tu cara.
Llegué algo tardío,pero ninguna eternidad nos separa.Aquella tarde irradiabas,y tus ojos sigilosos desprendían agua.No eran de la lluvia,sino de tu alma.Nos cogimos de la mano,un escalofrío nos recorrió al unísono.Nuestras huellas indagaban sobre el barro y la escarcha.Silencio.Un beso tímido nos calló al completo,mientras seguían saltando diamantes del cielo.La niebla encallada nos tragó enteros,sin piedad,con retorcimiento.Pero nuestros pasos firmes seguían el sendero,y juntos de la mano chapoteabamos riendo.Reinabamos los dos,pero ella me ganaba.Era la dueña perfecta de las llaves de mi alma,y un susurro le brindé mientras me abrazaba:
- Ésta noche dormiremos abrazados como si no hubiera un mañana.
Me miró sonriendo...Nadie se imagina el Noviembre dulce que nos esperaba.
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